Chernobyl, obediencia debida y desobediencia civil (spoilers)
- feralternative95
- 8 jun 2019
- 4 Min. de lectura

Cuando estaba viendo Chernobyl, me vino a la mente un antiguo problema que se suele plantear en los colegios. De hecho, es posible que vosotros también hayáis escuchado este típico dilema filosófico en la escuela: un tren a toda velocidad va fuera de control por una vía. En dicha vía, se encuentran cinco personas atadas a ella. No obstante, es posible presionar un botón que cambiará la dirección del tren hacia otra vía en la que, por desgracia, hay otra persona atada. Si no haces nada, cinco personas morirán, pero, si actúas, solo una sufrirá las consecuencias… ¿Debería pulsarse ese botón? Claro está que Chernobyl me hizo plantearme algo que no suele considerarse en este dilema; la responsabilidad de aquel o aquellos que pusieron ese tren en marcha y condenaron inevitablemente a quienes tendrán que morir y a quien tenga que tomar la decisión de pulsar o no ese botón.
Hablamos pues de la nueva miniserie co-producida por HBO y Sky, la cual parece haber roto todos los rankings y que ya algunos postulan como uno de los mejores productos televisivos del siglo, aunque ya mencionaré mi opinión al respecto hacia el final de este humilde comentario. Compuesta por 5 efectivos episodios, ficcionaliza la famosa catástrofe de una central nuclear de la Unión Soviética en los años 80, y sus no menos terribles consecuencias. Interesante descubrir que su creador y guionista Craig Mazin, perpetrador de bazofias tales como R3sacón (2013) o Superhero Movie (2008) haya escrito una historia tan sobria, con una dupla de protagonistas redonda, alejada de toda pretenciosidad, y que oscila entre el drama histórico y el terror más realista de forma tan convincente. También sorprendente para mí el ver la fama y el hype que ha alcanzado la miniserie, teniendo en cuenta su ritmo narrativo clásico, pausado (que la mayoría del gran público describiría como “una serie lenta”), sin giros de guion vertiginosos ni un efectismo gore gratuito.
Entrando ya en su temática, la manera en la que el espectador asiste a actos heroicos por parte de unos personajes casi anónimos hiela la sangre, ya que establece una dicotomía entre la ineficacia autoritaria del Estado y la valentía y responsabilidad individual de sus ciudadanos; coaccionados, con la espalda contra la pared a la hora de solucionar y evitar un cataclismo nuclear aún peor del ya acontecido. Mentira y fe se entremezclan aquí y suponen dos de los conceptos más explorados y atacados en Chernobyl, no una fe religiosa per se, sino una fe seglar en el Estado. Según expone Albert Camus en su ensayo “El hombre rebelde”, tras la muerte de Dios en Occidente, los regímenes totalitarios acabarán por apropiarse del concepto de divinidad, reclamando su objetivo de unificar la humanidad como fin último. Así, se sacraliza al Estado, convertido en una entidad superior que no ha de ser cuestionada y que siempre tiene legitimidad moral. A partir de aquí, la verdad pura deja de importar si esta perjudica los intereses del colectivo: si la catástrofe de Chernobyl es una cadena de errores imperdonables por parte del poder, ha de encubrirse y se necesitan chivos expiatorios que carguen con la culpa. El daño de la mentira es puesto casi al mismo nivel que el de la radiación, y solo estos individuos anónimos serán capaces de actuar contra ambas.
Las acciones de estos héroes oscilan entre dos polos opuestos, la obediencia debida (aquellos que tienen que evacuar forzosamente a ancianos de sus hogares, las brigadas encargadas de asesinar a los animales domésticos contaminados por la radiación, los tres hombres que tienen que drenar agua en la central, los mineros, los encargados de retirar el grafito del tejado...) y la desobediencia civil (Valery Legasov, Boris Shcherbina y Ulana Khomyuk principalmente, encargados de cuestionar el ocultamiento de la verdad y enfrentarse a la terrible burocracia soviética). En ambos casos, todas estas personas se vieron involucradas en la actuación contra el desastre y arriesgaron o sacrificaron sus vidas exponiéndose a la zona radiactiva. Creo que aquí se encuentra el único punto optimista de esta devastadora miniserie, y es que la voluntad del individuo puede marcar la diferencia, ya sea actuando o desafiando la injusticia, si bien se ha de estar preparado para sus consecuencias.
En definitiva, Chernobyl sí es una producción muy reseñable y recomiendo su visionado. Por otra parte, en relación a los ratings, no suelo ser muy fan de estas plataformas. Es cierto que ayudan y son una guía para decidir qué ver y qué no, pero a veces están sesgadas por intereses comerciales y por cantidades enormes de seguidores acérrimos e irreflexivos que pueden condicionar al siguiente usuario que vaya a puntuarla, al dejarse llevar por la puntuación ya establecida. Además, creo que comparar Chernobyl con series como Breaking Bad no tiene sentido alguno, ya que hablamos de narrativas completamente opuestas; una es una miniserie de unas 5 horas y media (que podría asemejarse más a una película cercana a las 4 horas como por ejemplo Once Upon a Time in America de Sergio Leone), y la otra es una serie de 5 temporadas con un recorrido y desarrollo de personajes mucho más longevo y episódico. Por lo tanto, quizá debería compararse con otras miniseries consagradas como podría ser Band of Brothers (2001), por mencionar alguna. ¿Es la mejor? No lo sé, al fin y al cabo llega un punto en el que el juicio objetivo sobre una ficción pasa al plano subjetivo de cada espectador, pero sí puedo afirmar que es un producto de gran calidad.
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