Ad Astra: viaje a una mente en tinieblas (spoilers)
- feralternative95
- 26 sept 2019
- 4 Min. de lectura

El supuesto blockbuster del momento, Ad Astra, ha liderado la taquilla española en su primer fin de semana y, con las críticas que lleva cosechando desde el festival de Venecia, suena con fuerza para la temporada de premios que se avecina. James Gray dirige el que posiblemente sea su film más ambicioso, teniendo en cuenta que su cine pasado tenía un carácter más urbanita y naturalista (Two Lovers, de 2008, por ejemplo). No obstante, en cierta manera, sí recoge el espíritu de The Lost City of Z (2016), su última película, la cual sí se centra en la metafísica del viaje y de la exploración. En este último caso, a nivel personal, creo que se quedó muy corto y a veces desacertado en lo que a guion se refiere, si bien la dirección ya fue magistral.
Ad Astra, como ya anticipaba al inicio, de blockbuster solo tiene la suposición y el dinero. Entra en ese abanico de películas que, con un afán comercial, han sido publicitadas proyectando una imagen sesgada e imprecisa sobre lo que la cinta tiene que ofrecer; ejemplos de esto ya fueron The Village (2004) de M. Night Shyamalan o Mother! (2017) de Darren Aronofsky. El film de James Gray, si nos centramos en sus trailers, nos vende una historia de épica espacial al uso en un intento por salvar a la humanidad de la extinción, todo ello protagonizado por la máquina de hacer dinero que es Brad Pitt (brutalmente sensacional aquí, por cierto). Una vez sentados en la sala, somos testigos de algo muy distinto, intimista, de un carácter enigmático con poderosos tintes existencialistas y humanistas, enfoques que toda buena ciencia ficción debería manejar con un mínimo de soltura. Las influencias que la crítica estaba vertiendo sobre Ad Astra son muy pertinentes, mencionando referentes tanto del cine de Stanley Kubrick o Terrence Malick, como de la literatura de Joseph Conrad, cuyos paralelismos entre Heart of Darkness (1902) y la película son muy evidentes. Es de suponer, en consecuencia, que el público saliese muy descontento de la proyección, blasfemando y culpando a sus pobres amigos por haberles arrastrado a ver tal “muermo”. James Gray ha llevado a cabo un blockbuster autoral que sin duda no es para todo el mundo, pero que es extremadamente reivindicable.
Por supuesto, no todo funciona en Ad Astra, especialmente uno de sus mecanismos narrativos más recurrentes: la voz over (comúnmente conocida como voz en off). La voz over es un recurso que ha quedado muy anticuado como forma de hacer avanzar las tramas de una película y, cualquier guionista que se precie, intenta huir de dicha herramienta, ya que cae inevitablemente en la sobre-exposición. La concepción actual ya arraigada establece que, siendo el cine un medio esencialmente visual, el lenguaje cinematográfico posee las técnicas necesarias para evitar dicha sobre-exposición oral. Este es un lastre que la película que nos ocupa arrastra a lo largo del metraje, de forma más evidente en su primera mitad. Conocer casi todos los pensamientos de Roy McBride, personaje encarnado por Brad Pitt, se siente forzado e intrascendente por momentos. Sin embargo, siendo la voz over un recurso eminentemente literario y pensando en esa influencia de Conrad, en su segunda mitad acaba por conseguir dar a su protagonista una profundidad psicológica de grandes resonancias.
Roy McBride es un hombre roto y, aunque sea presentado de forma ideal y arquetípica al inicio, numerosas capas de dolor se van desvelando, todas ligadas al trauma inconcluso que supuso el abandono de su padre, únicamente preocupado por la exploración espacial. El viaje que Roy inicia para buscar a su progenitor perdido es inversamente proporcional, puesto que cuanto más se aleja de la Tierra hacia los confines del Sistema Solar, más se adentra en su propia mente y en toda esa ira con la que nunca se enfrentó. El espacio exterior se establece como marco perfecto para reflexionar sobre el individualismo y la soledad, sobre cómo el ser humano, incluso aquel que ha renunciado a conexiones sociales profundas, tiene un punto de ruptura una vez expuesto a tal implacable aislamiento. McBride hijo ha desarrollado una máscara de fortaleza, tranquilidad y optimismo que por dentro es vacía, al igual que su descripción sobre esos bellos planetas de nuestro sistema, cuya imponente carcasa solo esconde muerte.
La resolución de Ad Astra es un valiente anti-clímax, si tenemos en cuenta que el enfrentamiento entre Roy y su padre podría anticipar una revelación sobre la vida inteligente más allá de nuestro planeta. Sin embargo, de nuevo, el film conserva su integridad temática definiendo al padre de Roy como aquel ejemplo autodestructivo de insaciable búsqueda externa e inevitable abandono de la búsqueda interna. Lo que él considera un fracaso absoluto e imposible de asumir, su hijo lo considera la enseñanza más importante de su vida: estamos solos en el universo, por lo que debemos mirar hacia nosotros mismos para mejorar, crear vínculos poderosos y encontrar el sentido de la existencia hacia dentro, no hacia fuera.
Ad Astra coge su título de la expresión latina “per aspera, ad astra”, literalmente “por el sendero áspero, a las estrellas”, pero cuyo significado más preciso sería “a través del esfuerzo, el triunfo”. Ya desde aquí, las estrellas sirven como metáfora de lo inalcanzable únicamente accesible a través de una férrea voluntad, y en este caso se materializa en un viaje de millones de kilómetros para comprender lo que estaba ya integrado en nosotros desde el principio.
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