Juego de Tronos, o cómo el deber sí mata al amor (spoilers)
- feralternative95
- 20 may 2019
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 23 may 2019

A estas alturas, Juego de Tronos ya no necesita presentación, sin duda uno de los productos televisivos más ambiciosos de la historia. La serie ha sabido aglutinar una enorme cantidad de fans a lo largo del mundo, fans ávidos de teorías, de sangre,de espectáculo y de giros de guion imprevisibles.
Me apena, pues, ver cómo una serie que comenzó a lo grande y de la cual disfruté como el que más, ha acabado tirando por la borda los arcos argumentales de sus propios personajes, su integridad temática y su verosimilitud interna de la forma más cobarde. Hoy, Juego de Tronos ha terminado, y creo, o al menos espero, que no debería ser recordada como una de las mejores series de la historia.
Dice Jon Snow a Tyrion, acertadamente, que a veces el deber mata al amor, y sin duda nuestros queridos showrunners y guionistas de esta decepcionante traca final, David Benioff y D.B Weiss, cumplen con este aforismo trasnochado. Ya se sabe que ellos dos firmaron por 6 episodios incluso cuando se les ofreció grabar una última temporada con los usuales 10 a los que estamos acostumbrados. Esto, obviamente, indica dos cosas: o bien que nuestros amigos D y D ya no estaban interesados en la serie, o bien que no tenían más ideas de cómo acabarla. Cualquiera de las dos opciones no los deja en muy buen lugar, y nos permite ver que para ellos esto ya solo era un encargo, un deber más, alejado de todo amor que pudieran tener por sus propios personajes y su universo ficcional.
Uno no puede parar de pensar en todo lo que está mal con el guion esta temporada (sin mencionar otros terribles momentos que ya se fueron vislumbrando en las anteriores), porque, no nos engañemos, la serie es un producto espectacular, con una financiación mastodóntica, una banda sonora que sí perdurará, y una producción y dirección grandiosas en numerosas ocasiones. Por lo tanto, el problema radica en la inevitable superación de los libros de George R.R. Martin por parte de D y D, punto de inflexión en la serie que ya se deja notar en ciertos momentos de la 5a temporada. Como enumerar todos los fallos de guion posteriores sería una tarea imposible para este blog, me gustaría centrarme en lo que ha ocurrido estas últimas semanas con algunos de los personajes principales: Jon Snow, Daenerys, Cersei, Jaime y Arya.
Primero, Jon, nuestro héroe y legítimo heredero al trono de hierro, que empezó como un bastardo repudiado que limpiaba la mierda de los demás guardias de la noche para acabar siendo el potencial rey que Poniente necesitaba; un hombre de honor, justo y de gran corazón que incluso regresó de entre los muertos para cumplir su supuesto destino (quizás en una mera jugarreta de guion más para contentar a los fans). Hemos visto cómo este personaje ha sido reducido a ser casi un simple espectador de los acontecimientos más importantes, pasando por La Larga Noche (noche que solo duró una hora y veinte), hasta la absurda quema de Desembarco del Rey, siendo una marioneta simplona de Daenerys solo porque debemos creernos lo muy enamorado que estaba. Parece ser que su destino final no era matar al Rey de la Noche ni gobernar los 7 reinos, sino asesinar a su querida reina demente en una escena que pretendía ser shakesperiana, pero que sus incoherencias precedentes invalidan por completo, convirtiendo una posible catarsis final para el espectador en un hastiado suspiro. Tras esto, nuestro querido Jon acaba de nuevo repudiado y dispuesto a vivir una vida bucólica más allá del muro con los salvajes, obviamente no muy satisfactorio para los que conocíamos y valorábamos su desarrollo a lo largo de todos estos años.
Pobre Daenerys, es la frase que me viene a la cabeza cuando pienso en lo que he presenciado estos días. Una mujer que realmente se labra su propio destino, tras aguantar violaciones, vejaciones y presenciar cosas horribles, acaba por perpetrar las mismas cosas horribles simplemente por la necesidad absurda de dar un golpe de efecto radical en la serie. Su transformación en villana, algunos dicen, pasa por los numerosos momentos en los que se puede vislumbrar que no es la reina benevolente que se nos vendía. No obstante, no podemos obviar su desarrollo continuo como liberadora de esclavos, defensora de los inocentes (incluso encierra a sus dragones cuando un pobre niño muere), y su final papel activo en la guerra contra los muertos... Nadie en su sano juicio podría argumentar satisfactoriamente que su personaje, cegado por una locura atávica que viene de generaciones y generaciones familiares, podría asesinar a miles de inocentes cuando la ciudad de Desembarco estaba totalmente rendida. Convertir a Daenerys en una villana ha sido uno de los trucos más rastreros que estos guionistas han pretendido que nos comiesemos.
Qué decir de otra de las parejas célebres de la serie: Jaime y Cersei Lannister. Posiblemente el arco del Matarreyes es uno de los más intersantes y bien conseguidos de todo Juego de Tronos. Detestable para el espectador durante las primeras temporadas, su carisma y sus progresivas acciones iban dejando entrever que había mucho más que la coraza de capullo de la que hacía gala. Finalmente, acabará por ganarse la redención y consigue nuestra total empatía, enmendando sus errores e incluso abandonando a una enajenada Cersei, cuya relación tóxica era ya insostenible, para luchar por el lado de los vivos. Sin embargo, más allá de su inexplicable flechazo fugaz y fútil con Brienne, vemos cómo el mismo hombre en un solo capítulo destroza todo este desarrollo para volver y morir en Desembarco del Rey junto a Cersei, incluso diciendo, literalmente, que a él los inocentes nunca le importaron demasiado. Por supuesto, esta no es la culpa del personaje, sino la de sus magníficos escritores, bravo. Por otro lado, su compañera Cersei ha sido tristemente desaprovechada y convertida en una sombra de lo que era. Podemos y debemos considerarla una villana, una gran villana de hecho, cuyas intenciones y acciones fueron muy bien urdidas en el pasado, con una tremenda Lena Headey dando vida a un personaje con variadas capas de grises. Sin embargo, ya desde la séptima temporada, vimos que estas capas se deshacían y tornaban en un negro bastante definido, maniqueo y mucho menos interesante. La culminación de este error llega esta temporada, en la que apenas tiene minutos en pantalla, y los pocos que tiene los usa para beber vino desde el balcón y demostrar lo muy mala malísima que es. A continuación, Cersei morirá bajo las piedras de su reino, y justo antes de eso la vemos vulnerable, llorando, no quiere morir y demuestra un amor por su bebé del que el espectador ya se había olvidado. ¿Qué se supone que deberíamos sentir? ¿Pena por ella? Si la intención de los escritores era tal, su ejecución dista de ser apropiada al haberla convertido en un villano genérico más.
Arya Stark, o No One, o quién sabe, ya nadie lo sabe, es otro personaje cuya consistencia ha rozado e incluso abrazado la vergüenza ajena. Realmente nadie ha terminado de conocer su propósito en la serie a partir del momento en que presenciamos su gloriosa habilidad para barrer el suelo durante una temporada entera, habilidad que le valdría para convertirse en una superheroína. Más allá de estas conveniencias, la chica destinada a cerrar todo tipo de ojos según la profecía de tres al cuarto de Melisandre, que de forma tramposa podía usarse para justificar cualquier acción del personaje (bien podría haber sido ‘‘en el futuro respirarás’’), acabará con el Rey de la Noche en lo que para mí es la definición de anticlimax. Tras esto, parece que reconduce su destino y que quiere tachar el nombre de Cersei de su famosa lista, pero, por alguna razón, cuando está en la debacle de Desembarco, vemos a una mujer acobardada, la antítesis de aquella asesina calculadora y sin piedad que se nos llevaba presentando durante un largo tiempo. Desistirá y presenciará la locura de la reina que nunca debió estar loca, lo cual nos abre una posibilidad: quizás los ojos verdes que tiene cerrar son los de Daenerys. No, ni siquiera van más allá con sus propias incongruencias, y relegan al personaje a ser un accesorio más en el episodio final. La chica que no terminó de decidir si era No One o Arya Stark se convierte en el Cristobal Colón de Poniente para emprender la marcha hacia el oeste, bon voyage.
Me gustaría finalizar puntualizando unas palabras del grandioso Tyrion en el episodio final (otro increíble personaje reducido a bromas sobre caca-culo-pedo-pis y al refrito más triste). Cuando está siendo juzgado, el medio-hombre hace un alegato a favor de las historias y cómo éstas nos unen y nos definen. ‘‘There is nothing more powerful in the world than a good story, nothing can stop it’’. Estoy totalmente de acuerdo con él, pero siento deciros que Juego de Tronos no es una de esas historias y mantengo firmemente que debe ser juzgada como lo que es: un producto de entretenimiento de calidad que ha acabado por caer en desgracia. Se han vapuleado otros finales de series de forma muy injusta, como es el caso de la maravillosa Lost, que aún hoy en día recibe críticas injustificadas. No hablo desde el odio de un fan decepcionado, sino desde la rabia que un amante de las ficciones de calidad siente al sentirse insultado por guiones desbordados de mediocridad. Que este sea mi pequeño grano de arena justificado atacando el despropósito que hemos consumido estas semanas.
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